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'orígenes', en el museu de belles arts

El 'teenage dream' de Joaquín Sorolla

El Museu de Belles Arts explora los primeros años de producción del artista antes de su viaje a Roma

31/03/2023 - 

VALENCIA. Si les pregunto qué clase de dibujos realizaban con quince o dieciséis años seguramente la primera imagen que les venga a la cabeza sea la de algún garabato en la agenda del instituto o en los márgenes del workbook de Inglés. Quizá recuerden algún retrato caricaturesco de ese profesor que se las hacía pasar canutas o un trabajo más centrado en la tipografía: ‘YOLI TKM’. ‘Yolanda, te quiero mucho’, se entiende. Me temo que si eran de esos, imagino que en su mayoría, puedan sentirse un poco contrariados al comprobar que, a esa misma edad, Joaquín Sorolla realizaba sus primeras pinturas y, obviamente, poco o nada tienen que ver con las de ustedes o los de sus primeros compañeros de aula. Fue precisamente su director del instituto quien advirtió a los tíos del entonces estudiante Sorolla, sus tutores tras el fallecimiento de sus padres durante la epidemia del cólera, de que “aunque era perezoso con las matemáticas” era “muy bueno” pintando. Menudo ojo.

“A partir de 1884 Sorolla se convierte en un pintor internacional, alimentado por una serie de influencias [pero] ya aquí es un superdotado. Con dieciséis años pinta un bodegón con una maestría indiscutible. Desde una fase temprana demuestra que es un genio en potencia”, explica del director del Museo de Bellas Artes de València, Pablo González Tornel. Fue junto con Luis Alberto Pérez Velarde, conservador del Museo Sorolla y comisario de la exposición, que presentó la exposición Orígenes, una de las muestra imperdibles del Año Sorolla que recorre la producción del pintor valenciano en esos primeros años, desde la adolescencia hasta su recién estrenada veintena, cuando ganó la pensión de la Diputación de València para viajar a Roma, un viaje que cambiaría su manera de enfrentarse al lienzo y que dio forma al Sorolla que hoy conocemos. Pero antes de eso hubo una etapa formativa quizá menos conocida pero indispensable para reconstruir la trayectoria del autor, un “Sorolla antes de que existiera Joaquín Sorolla” que se moldea con grandes dosis de talento y ambición.

'El Crit del Palleter', Sorolla. Museu de Belles Arts de València.

Esa primera pintura a la que hace referencia el director del museo se trata del bodegón Naturaleza muerta, pintada en 1878, un primer –y oscuro- acercamiento a la pintura que, si bien deja ver su calidad, se aleja de los elementos que años más tarde la harían famoso en todo el mundo. Fue en aquellos años cuando Sorolla compaginaba su formación con su trabajo ayudando en el taller de su tío, cerrajero de profesión, una labor diurna que completaba por las noches con clases en las Escuelas de Artesanos, que contaba en su plantilla de profesores al escultor Cayetano Capuz o José Estruch, entre otros. Más adelante ingresaría en la Escuela de Bellas Artes dependiente de la Real Academia de San Carlos de València para dedicarse plenamente a sus estudios artísticos, un periodo “importantísimo” que comparte con Salustiano Asenjo, Gonzalo Salvá o Ricardo Franch.

Fue clave en estos años la figura del fotógrafo Antonio García, quien fuera su primer mecenas y futuro suegro, quien no solo animó al pintor a presentarse a distintos certámenes, sino que acabó también mediando entre él y la Diputación ante las numerosas quejas de la institución provincial por los retrasos de Sorolla en las entregas de obra acordada. Fueron los concursos los que le dieron algunos de sus primeros éxitos, procesos que también le acercaron a los sinsabores de la labor artística. El caso más notorio fue el de la Exposición Nacional de Bellas Artes celebrada en Madrid en 1881, donde presentó una serie de marinas que pasaron “sin pena ni gloria” por el certamen, lo que supuso un “duro revés” para el jovencísimo pintor. “Era un género muy común en València, con pintores como Salvador Abril o Rafael Monleón, pero no estaba tan en boga, por eso pasaron desapercibidas. Para él fue un impacto muy doloroso”, explicó el comisario. El revés no le impidió, poco después, llevarse su primera medalla de oro en la Exposición Regional de 1883, por la obra Monja en oración, una buena racha que continuó con una de sus piezas más ambiciosas, Dos de mayo, que representa el alzamiento de Madrid contra la invasión francesa.

Foto: KIKE TABERNER.

Fue su suegro, precisamente, quien le invitó a explorar las temáticas históricas, un movimiento que le hace ganar presencia –y reconocimiento- en distintos certámenes y que derivan en la producción de ese Dos de mayo que, sin embargo, no se podrá ver en València. Aunque en un principio se había planteado que la pieza formara parte de la exposición, sus grandes dimensiones y dificultad para el traslado han acabado frustrando los deseos de sus organizadores, aunque sí está presente en cierta manera con la muestra de un primer estudio. La exposición viaja también por la faceta de Sorolla como retratista y, cómo no, por sus influencias, un listado que suma nombres como Pinazo, Juan de Juanes y, muy especialmente, Velázquez, a quien copia en sus primeras visitas al Museo Nacional del Prado, visitas que resultan en piezas “formidables” realizadas antes de cumplir la mayoría de edad, entre las que se encuentran fragmentos de Las hilanderas o del Retrato de la Reina Mariana de Austria.

Si ese primer bodegón pintado en 1878 inicia el camino de Orígenes, el paréntesis lo cierra una de sus piezas más importantes, El Crit del Palleter. La imponente obra refleja un hecho ocurrido durante la Guerra de la Independencia Española, una escena que muestra la arenga de Vicent Doménech, el palleter, en el entorno de la Lonja y el Mercat Central contra la pretensión de Napoleón de instalar a su hermano, José Bonaparte, en el trono español. Esta obra de temática histórica fue parte del proceso de selección para ganarse la beca de la Diputación de València que lo llevaría a Roma, un tema impuesto por la propia comisión del concurso que Sorolla ejecutó con maestría en 1884, a sus 21 años. La ‘final’ la peleó con el artista Constantino Gómez Salvador tras un largo proceso de selección, una suerte de Operación Triunfo del arte que le valió su ansiado ‘billete dorado’ a Italia. Fue ese periodo, en el que también viajó a París, clave para moldear su personalidad pictórica y caminar hacia esa idea de Sorolla que hoy todos conocemos, pero eso ya es otra historia

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